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La lucha por el éxito empresarial legítimo, en aquellas áreas del mundo donde la corrupción y el largo brazo de los conseguidores locales tienen la llave de los grandes contratos, plantea dilemas muy difíciles de resolver.Competir en estos mercados, desde la legalidad, frente a operadores de otras latitudes, sujetos a normas más laxas, o a ninguna norma, parece una lucha desigual y condenada al fracaso. Pero no tiene por qué serlo. La globalización de la economía demanda un espacio mundial de transparencia, que asegure la pureza de las transacciones y permita a los empresarios y directivos, nacionales y extranjeros, operar, competir y ganar, con limpieza y seguridad jurídica.La rápida expansión internacional de la cultura del compliance, el papel arbitral del Banco Mundial, el empuje de organizaciones internacionales como OCDE y GAFI, más la propia reacción de los países que aspiran a romper amarras con el estigma de la corrupción y ser actores respetados en el comercio internacional, va abriendo escenarios, nuevos y amplios, de legalidad.Pero ¿cuál es exactamente la situación al día de hoy? ¿Con qué riesgos se encuentran nuestras empresas y directivos, cuando salen a competir, a campo abierto, en estos mercados?